Curso nuevo, Vicios viejos
José Manuel Fueyo Méndez
CURSO NUEVO, VICIOS VIEJOS
A primeros de julio, mientras miuras y
victorinos alborotan las calles pamplonicas, los hermanos del Consejo Episcopal
alborotan al albero diocesano con una ensalada de nombramientos que suelen
generar más de una polémica. Como el criterio es que no hay criterios, cada año
tienen que corregir nombramientos del año anterior, reconocimiento explícito de
que se equivocaron. Pero la frivolidad genera que a varias parroquias les toca
conocer a tres párrocos distintos tres años seguidos. Este año se batió el récord
en la rapidez de la rectificación: el extraño nombramientos que se publicaba a
primeros de julio para Villaviciosa y el de Cangas de Onís ya no valían a
finales del mismo mes. La ausencia de criterios puede generar también que un
hermano recién llegado de otra diócesis se convierta en formador del Seminario.
A ver, hombre, bienvenidos sean los hermanos que llegan allende el Pajares o el
Atlántico, pero, para formar a los seminaristas, el sentido común aconseja que
el formador conozca la diócesis.
Hermaninos del Consejo Episcopal, ¿os pone
alguien una pistola en la nuca para que tengáis que parir los dichosos
nombramientos a primeros de julio? ¿Por qué no os tomáis unas semanas más para
cocinar mejor la cosa, sobre todo hablando con las partes interesadas? Porque
afrontando con prisas un tema ya de por sí difícil sólo conseguís complicarlo
aún más.
Ni que decir tiene que la distribución del
clero no es más que un problema entre tantos que tenemos planteados y ni que
decir tiene que hay otras cosas en la diócesis que funcionan bien e incluso muy
bien. Pero los problemas que se repiten año tras año, sin que parezca que se
ponga toda la carne en el asador para solucionarlos, acaban generando la
sensación de que lo normal es lo anormal. Tan es así que un buen porcentaje del
clero diocesano, antaño con pedigrí de clero crítico y avanzado, parece
dominado por la resignación. Y, convertidos en caricaturas de sí mismos, el
Consejo Presbiteral y el Consejo Pastoral Diocesanos parecen contemplar el
panorama como las vacas contemplan el paso de un tren. Como la esperanza es lo
último que se pierde, y en esta empresa con más razón, habrá que agarrarse al
clavo ardiendo del Colegio de Arciprestes, que parece menos moribundo que los
dos anteriores, por aquello de que se reúne más frecuentemente. Así pues, que
la Santina os ilumine en este nuevo curso, arciprestes, y nos ilumine a todos,
a ver si vamos saliendo de este desierto, que ya resulta demasiado largo.
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