Santiago 2019 (San Justo)


José Manuel Fueyo Méndez

EL OTRO CAMINO DE SANTIAGO

Aunque se trate de escribir para el folleto de una fiesta, el cura nunca deja de ser cura. Así que ahí va un rollete típico de cura:
Más de tres veces y de custro tropecé con algún entusiasta del Camino de Santiago, que pretendía convencerme de las excelencias tanto espirituales como corporales del mentado Camino e intentaba animarme para que le acompañara en alguna etapa. De momento no caí en la "tentación". Y eso que me recomendó el médico caminar una hora diaria y algún día hasta lo cumplo. Pero, quizá porque me tocó atender parroquias por las que pasaba el Camino y aguantar peregrinos de todos los pelajes, le cogí una cierta tirria al dichoso Camino de Santiago y, cuando alguien me da la vara con las excelencias del Camino, ya cogí la costumbre de contestar: "¿Y por qué no haces tú el otro camino de Santiago?" ¿Que cuál es ese otro camino de Santiago? Pues un camino distinto para el que no hace falta ni bastón, ni un calzado especial: puede hacerse tanto de playeros como de zapato de charol, de chanclas como de  mocasines. No hay que soportar ni fríos, ni calores, ni lluvias. Ni siquiera es menester que tus piernas estén muy sanas: aunque la enfermedad te haya postrado en una silla de ruedas, puedes hacer igual el otro camino de Santiago. Y es que el otro camino de Santiago no es sino el camino de la conversión, al que ya estamos obligados los cristianos. Y ese camino sí estamos seguros de que lo hizo Santiago. Lo del famoso Camino de los caminantes no está tan claro que lo recorriese el apóstol, pero, leyendo el Nuevo Testamento, sí queda claro el camino de conversión que recorrió el mayor de los Zebedeos. Porque antes de su conversión los evangelistas nos hacen un dibujo del personaje en el que se notan tres acusados defectos: una ambición excesiva, un carácter muy violento y una penosa cobardía. Su ambición queda reflejada en el pasaje en el que los dos hermanos le piden a Jesús un puesto a su derecha y a su izquierda en el Reino que pensaban que Jesús establecería. El carácter violento aparece en el pasaje en el que desea ver arder una población de Samaria en la que no les habían dado cobijo. Y la cobardía la demostró en el proceso previo a la muerte de Jesús, al que abandonó de forma más penosa que los demás, pues había sido uno de sus principales confidentes. Que este Santiago pocos años después recorriese tantos kilómetros predicando y entregase su vida por la causa de Jesús sólo puede lograrse después de un radical proceso de conversión.
Tú, paciente lector-a, quizás no tengas ninguno de los tres defectos de Santiago, pero es probable, por no decir seguro, que tengas otros tres, por lo menos. ¿Te animas a recorrer el orto camino de Santiago, el que de verdad merece la pena? Si Santiago, que era de la misma pasta que tú y que yo, lo consiguió, no dudes que tú también puedes conseguirlo


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