Boletín de Caritas arciprestal Villaviciosa Aporofobia El pasado mes de octubre se organizaba en una diócesis colombiana un Congreso sobre pobreza y tolerancia y al obispo del lugar se le ocurrió acudir al mismo disfrazado de “pobre”. Accedió sin que nadie se lo impidiera y probó a ir sentándose en distintos bancos y en todos se encontraba con la misma reacción: quienes estaban sentados cerca se cambiaban de sitio. En un momento dado fingió que desfallecía y se caía y nadie hizo ademán de ayudarle. Naturalmente los asistentes eran personas preocupadas por el problema de la pobreza, quizás en su mayoría voluntarios de organizaciones caritativas, incluida Caritas, pero el prelado sintió en sus carnes, y así lo declaró al final del “experimento”, el rechazo de unos y la indiferencia de la mayoría. Ni que decir tiene que lo que pasa en Colombia pasa también aquí: una cosa es ser solidario con los menesterosos a distancia y otra es tenerles al lado. Y una cosa es ayudar a
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La Navidad de Nietzsche Sélestat es una localidad del noreste de Francia que celebra, en estos días, el quinto centenario de la más antigua mención existente del árbol de Navidad. Se trata del registro, en un libro de cuentas, que se encuentra en un archivo municipal, del pago de cuatro “schillings” a los guardas forestales para que, por santo Tomás, vigilasen el bosque. Era en la fiesta de ese Apóstol, que ahora es el 3 de julio, pero su martirio se recordaba, por entonces, litúrgicamente, el 21 de diciembre, cuando la gente del pueblo podía cortar los abetos o algunas ramas, actividad ilegal fuera de esa fecha, que habrían de colocarse en lugares significativos durante la Navidad. Los estudiosos reconocen, en esa breve anotación, una referencia implícita a la costumbre de la tala y ornato de las pináceas para engalanar casas y plazas por el Nacimiento de Cristo. Además de mostrar, en una exposición, el libro de cuentas y otras obras alusivas al árbol de Navidad, de 1555 y 1600, se
San Juan 2019 (Castiello)
José Manuel Fueyo Méndez FELIZ Y SANA FIESTA Me pide Pablo que escriba algo para el librito de la fiesta y lo primero que se me ocurre es echarles incienso a los miembros de la Comisión de Festejos por prestarse para esa tarea. Las fiestas nos gustan a casi todos, pero para organizarlas hace falta tiempo, buen humor y paciencia para soportar a los críticos, que nunca faltan. Sin ánimo de interferir en la elaboración del programa de San Juan, como por deformación profesional le salen a uno consejos a tiempo y a destiempo, ahí van algunos. En las cinco zonas de Asturias en las que estuve destinado quedé con la impresión de que, en buena parte de fiestas y romerías, se gasta demasiado en música y pólvora y demasiado poco en otras cosas. Servidor prefiere una romería en la que los vecinos compartan una comida o una cena, amenizados por un simple acordeón, antes que gastarse la pasta gansa en una gran orquesta. Igualmente prefiero una fiesta en la que se organicen much
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